miércoles, 5 de noviembre de 2014

Trabajo de D. Miguel Ángel sobre Miguel Hernández


 


Es imposible hablar de Jaén y no hacerlo de sus olivos y de sus aceituneros altivos. ¿Es posible concebir Jaén sin asociarla al olivo?
El enorme tapiz de olivos que se observa en los campos de Jaén ha ocasionado todo un ecosistema en el que conviven decenas de especies animales, algunas de enorme curiosidad, que a los que visitan por primera vez la provincia no deja de impresionarles y queda dominado por las líneas geométricas de cultivos que no parecen tener fin y que hacen bueno la metáfora del poeta, ese "mar de olivos”. Todo lo anterior se resume en el siguiente terceto:
Llanto de olivos,
vuelo de golondrinas
encadenadas.
Antonio G. Vargas
Aunque Miguel Hernández no es un poeta andaluz, sí que tuvo bastante relación con nuestra Comunidad Autónoma, pues estuvo destinado en Jaén, con el batallón de campesinos durante la guerra civil, en 1937. En esta ciudad concebiría a su hijo, que nacería el 19 de diciembre de ese mismo año. Entonces escribiría algunos de sus poemas que integraría más tarde su libro "Vientos del Pueblo", entre los que destacaría "Aceituneros".
Este poema de Miguel Hernández es un canto a la libertad y a la defensa del labriego que durante años ha estado sometido a trabajos muy duros y a salarios muy bajos. Es una llamada al terrateniente que durante mucho tiempo ha vivido del trabajo de sus asalariados, sin tener en cuenta sus condiciones de vida infrahumanas.
ANDALUCES DE JAÉN

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
Miguel Hernández

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